
El proceso educativo puede considerarse de forma simplificada en pasar del ser al debería ser, es decir, partir de lo que el chico es en este momento para llegar a ser mejor persona y más instruido.
Un autor decía que el amor de los padres dilata la pupila de sus ojos para ver lo positivo de sus hijos, hasta descubrir la grandeza y las aptitudes de cada uno de ellos. De aquí se forma un ideal al que puede y debe llegar cada chico. Este ideal o proyecto será distinto según los talentos y circunstancias de cada uno.
Si falta este conocimiento y ese proyecto ideal para cada chico, se puede transmitir fácilmente la impresión de que valen más bien poco y se esperan resultados mediocres.
Ante el reto de un estudiante de aprobar el curso o superar un examen importante, los comentarios de los padres pueden ser de dos clases. El primero sería: «Eres una persona valiosa y trabajadora, que en otras ocasiones has conseguido tus objetivos. Es probable que, preparándote bien, consigas superar ese objetivo.» La actitud que subyace es que los padres confían en su madurez y en su hábito de trabajo. El segundo comentario podría ser: «Eres una persona incapaz de ponerte a estudiar con seriedad. Casi siempre suspendes en los exámenes. A ver si esta vez consigues hacer algo positivo.» La actitud que hay detrás de esas palabras es que el chico es incapaz de hacer nada bien y probablemente fracase.
Los hijos son muy receptivos tanto de los mensajes explícitos como de las actitudes que hay detrás de ellos. Si se le dice con frecuencias a un chico que es un vago, un egoísta y un maleducado, se creerá al final que realmente es así, porque lo afirman las personas mayores y terminará siendo vago, egoísta y maleducado.
En ocasiones, la buena intención de los padres les lleva a señalar todo lo mal que hacen sus hijos. Si sólo manifiestan los aspectos negativos, esta crítica refuerza todavía más el mal comportamiento que intentan corregir, llegando a convencerse de que no pueden cambiar. En general, se puede afirmar que los comentarios negativos y las críticas no animan a los niños a cambiar.
Cuando un chico recae en un defecto, resulta más eficaz una palabra de ánimo que echárselo en cara y humillarlo. El pequeño se encuentra impulsado a llevar a la práctica la opinión positiva que de él se tiene y a no defraudar a sus padres.
El chico suelo obrar no según lo que es sino lo que cree que es y sobre todo lo que los demás creen y esperan de ál. Un eminente profesor francés decía que «la clave de la educación consiste en ver y querer a aquel a quien amamos, en cada momento, un poco mejor de lo que en realidad es.»
Por Arturo Ramo García. www.aplicaciones.info/
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