Las situaciones rocambolescas en que nos hemos metido el mundo occidental han hecho que llevemos varios años soportando, desde muchos colectivos, campañas queriendo hacer ver que todo es relativo y todo vale y hay que recordar que no, que la verdad existe y no tiene más que un camino.
Y es que, se mire como se mire, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. El aborto no es un derecho de la mujer sino un crimen contra un ser inocente e indefenso. El hombre es hombre y la mujer, mujer y, gracias a Dios, con caracteres diferentes. Los educadores de los niños son los padres y el Estado debe poner los medios para que puedan educar desde sus propias convicciones sin ningún tipo de trabas. Todo ser humano tiene derecho a un padre y una madre. Es una aberración la investigación con embriones humanos. Se negocia alquilando vientres de mujeres para gestar embriones de otras fecundados por no se sabe quién. Se hacen niños a la carta.
Nuestra juventud se ha acostumbrado a ver como normal situaciones que son anómalas. La televisión, el cine, los medios de comunicación, muestran una sociedad en la que la familia empieza a ser algo extraño. Sin embargo, la familia ha sido el refugio para los más afectados por la crisis. En ella han sido acogidos, amparados y protegidos en los momentos de desazón e intranquilidad en que se hallaban por no encontrar solución para los graves problemas a los que tenían que enfrentarse.
La familia, donde el ser humano va desarrollando su propia personalidad, es y seguirá siendo, por mucho que se empeñen algunos en destruirla, el verdadero y auténtico fundamento para el desarrollo de la sociedad saludable y fuerte.
Jesús Domingo Martínez
muy bien, veo que se recupera tiempo. un cordial saludo
Agustín Pérez – 15 de septiembre de 2016
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